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“Todo tiene su final” y “nada dura para siempre”



A través del tiempo, me he considerado una persona muy optimista y adaptable ante las circunstancias que se me presentan, procuro no preguntarme el porqué, más bien, el para qué, de las cosas, ¿Qué necesito mejorar, aprender o transmitir a quienes me rodean? Con los años, me he propuesto valorar mucho más los pequeños detalles de la vida y sobre todo disfrutarlos con la gente más cercana a mí.


Al igual que muchos, considere que el estado de PANDEMIA, iba a ser pasajero o incluso que nunca iba a llegar a nuestro país y de llegar, mi voluntad optimista, adaptable y pasiva podría sobrellevarlo fácilmente, sin muchos sobresaltos o cambios.


Pero estaba muy lejos de la realidad, los cuatro primeros meses fueron muy difíciles, un proceso de adaptación y desconexión a la vez. Adaptarme a la nueva “normalidad” y desconectarme de cualquier información o comentario, que no sumara a mi paz, a pesar del insomnio y la ansiedad de un futuro incierto, cada noche me permitiera convencerme, como bien dicen la canción: “todo tiene su final” y “nada dura para siempre”.


Fue un proceso, en que necesite acondicionar mí tiempo y mis rutinas al presente, creer que había una luz chispeante al final del camino, ante cada avance científico, ante cada contacto a la distancia, con personas queridas, que ansió poder volver a abrazar muy pronto.


Ha cambiado mi percepción sobre las personas, tanto lejana, como cercanas a mí, identificando con mayor claridad y sin distracciones, quienes realmente son los que están dispuestos a extender su mano o tomar un segundo para tan siquiera preguntarte, ¿Cómo estás?, y quienes a pesar de las circunstancias y sin esperarlo, te sorprenden ofreciéndote su ayuda.


Valorar el tiempo, definitivamente el mañana no es seguro para nadie, no podemos dejar nuestros más grandes sueños. Decir esas palabras importantes a nuestros seres queridos, hacer lo que se ha dejado para después: “HAZLO, Y SI TIENES MIEDO, HAZLO CON MIEDO”.


He reforzado el valor de cuidar la naturaleza y los animales, ahora que son tan libres, dueños del espacio que le hemos quitado.


Descubrir, que al parecer somos fuertes, sale a relucir la vulnerabilidad y fragilidad humana.

Este virus no distingue el dinero en tu cuenta bancaria, tu género, raza o creencia religiosa. De un día al otro, todos nos volvimos iguales.

Pero, sobre todo, esta PANDEMIA, me ha permitido valorar aún más la salud, la vida, el gran regalo con el que nos levantamos cada día, el tener la gran bendición de abrir los ojos, ver, oír y sentir lo que nos rodea. Pienso que alguna persona, en algún lugar del mundo, debe estar tristemente despidiéndose de un ser querido o de varios, y que otras personas como yo, tienen la gran bendición, que sus familiares y amistades más cercanas, no se han visto alcanzadas por este cruel virus.


Leía días atrás: “No estamos en un mismo barco, pero si en un mismo mar”, pues algunos tienen un yate, otros una balsa, algunos solo un salvavidas, mientras muchos están braseando con todas sus fuerzas, para resistir ante la adversidad y espero de todo corazón que se pueda lograr. Cuando esto termine, espero que el mundo no sea igual, debemos ser mejores, no habrá otra oportunidad como esta para reinventarnos, para auto analizarnos y convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos. “EL TIEMPO DE DIOS ES PERFECTO”.



Autora: Any




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