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INVISIBLE

Por: Cristina Oses

Imagen: La Creación de Adán | Miguel Ángel


En una reunión con unas amigas por zoom, sentí por minutos una desesperación bastante exagerada, pero con una muy buena lección de vida.

Me correspondía abrir la sala en zoom. Por lo general, siempre dejo el micrófono activado para saludar a los que van ingresando.

Había admitido a las dos primeras amigas, las saludé y les hice preguntas, pero no me respondieron, por lo cual pensé que estaban distraídas o se habían movido de sus sitios mientras llegaban los demás.

Al cabo de algunos minutos mis amigas comenzaron a hablar y hacer preguntas que yo contestaba, pero ellas seguían haciendo las mismas preguntas, al tiempo que me decía porque me ignoran si les estoy respondiendo.

De pronto, sentí una desesperación, al sentirme invisible, si yo tenía la respuesta a sus dudas. Y repetía las respuestas y ambas iban a tomar una decisión diferente a la que debía hacerse. Mientras esto sucedía, en poquísimos minutos, me cayó la teja, ¿Será que tengo el micrófono apagado? ¡Ay dirán ustedes…que paso, que paso Cris!, pero les requetejuro que la vista me jugó una mala pacheca…yo estaba 100% segura que el micrófono estaba encendido.

Cuando pude hablar mis amigas habían organizado todo, tal como lo repetía tantas veces sin que ellas me escucharan, y simplemente pensaran que las había dejado solas.

Comenzaron a unirse los demás invitados, no tuve tiempo de explicarles que no me quede callada a propósito. Nadie se enteró de mi angustia.

Ese día antes de dormir, meditaba que así debe sentirse Dios cuando observa nuestras dudas, preocupaciones o miedos, Él nos envía las señales y nosotros no las vemos, o como me pasó a mí, simplemente para muchos su silencio es falta de interés.

A pesar de ello, Dios insiste, pues nos ama tanto que usa distintas formas para ayudarnos: otras personas que nos hablan por Él, alguna canción, un libro, ese mensajito en WhatsApp que nos envía algún amigo, el evangelio que escuchamos o leemos, en algún sueño o cuando hacemos una pausa y escuchamos una voz interna con esa palabra que sabemos que viene de Dios.

Puede ser que ese día estaba más sensible que otros días, pero como dice el refrán “Nadie aprende en cabeza ajena”. Me tocó vivirlo para entender a Papá Dios.

Espero que este relato sea para ti, una pista para encontrar la respuesta alguna de tus dudas.

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