Hace una semana pedí prestada una silla para llevar al Festival de literatura infantil y por descuido mío no confirme a la persona que me la prestaría que iba a utilizarla, cuando le llame para buscarla estaba muy apenada porque había alquilado las mejores sillas y solo le queda una sillas viejitas y un poco oxidadas. Me dio mucha pena rechazarla, así que las limpiamos y me las traje a casa. Cuando las subí al auto me dije, esto debe ser un mensaje para mí. Y lo que vino a mi mente fue la palabra "humildad".
Llegue a casa, la limpie muy bien y le acomode un cojín el cual le dio un aspecto diferente.
Pensé que las demás personas que asistirían llevarían mejores mobiliarios que el mío. Dentro de mi corazón tenía un gran entusiasmo era la primera vez que me presentaría como escritora y daría a conocer mi libro al público. Nada podía opacar esta emoción
Al lugar llegamos mi hija y yo, mis libros en una mochila, un banner, unos separadores de libros, una bolsa de caramelos, mi mesita y mi valiosa silla oxidada, que me recordó en todo momento la sencillez y la humildad que nunca debo perder.